La guerra: una perspectiva artística y filosófica
Sin embargo, en ese tratado, Martini trazó los cánones para la fabricación y el uso de las armas de fuego, así como la relación entre la cantidad de pólvora y el peso del proyectil o entre la longitud, el diámetro –calibre– y el espesor “del cuerpo del cañón”. Su obra es uno de los primeros estudios teóricos sobre la artillería, pero también un ejemplo clásico de la doble moral típica de la época, que consideraba por 146 un lado indigna un arma de fuego –el propio Shakespeare, en su Enrique IV, no duda en denominar a la pólvora this villainous saltpetre, “el bellaco salitre”– y, por otro, no tenía reparos en fabricarla y usarla Los primeros igualadores

El progreso en la fabricación de la artillería dio paso a las primeras armas de fuego portátiles, y ya el citado Martini mencionaba entre las “diez clases de modelos de estas máquinas” una pieza de pequeño tamaño, “la décima y última”, llamada fusil, “de 2 a 3 pies de longitud: la balilla (de plomo) pesa de cuatro a seis dracmas”. Es decir, que se trataba de armas portátiles, de entre 65 cm y 1 m de longitud y capaces de disparar balas con un peso de 15 a 20 gramos.